Hay bodas que se dejan impregnar por el carácter y manera de hacer de sus novios, de la que os hablo es una de ellas. Repleta de detalles que respetaban el entorno  y adornaban con gracia cada rincón. No muchos, pero si precisos y pensados para su destino.

Las mesas, adornadas con saco, madera y girasoles. Sillas de madera y mimbre que le daba ese toque rústico. Las flores, los detalles de invitados y las impresionantes vistas a una montaña vestida de verano, daban el toque elegante, y fresco (dentro del sofocante calor de estos días) al corcho, la madera, la rafia, el saco y los palés.

¡Una boda muy mimada con un resultado espectacular!